Sentada junto a las gradas que llevaban a la casa de la tía María, estaba ella.
Unos ojos vivaces con mirada escudriñadora, siempre con el mismo libro en manos. La Biblia y una libreta pequeña con un lápiz eran su voz.
Nunca estaba quieta, constantemente se la veía saltar, jugar, correr. Nunca emitía sonido, ni cuando se enojaba. Solo la libreta era testiga de sus sentires. A veces eran unas letras largas otras bien formaditas y redondas.
Dice su padre que desde que fue a la hacienda, como a los 5 años, regresó así. Nadie sabe qué paso. Tan solo se le fue la voz.
Los médicos la examinaron, pero nada. Ya tiene 10 años y aún a todos nos sorprende su silencio. Cuando le preguntamos responde en la libreta una frase que está permanentemente escrita allí. "No me sale la voz, se fue."
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