Sería hoy el día más feliz de su vida, sí señor! así se lo había prometido. Cuando salio al jardín vio a Joaquín el sobrino del vecino que había llegado de Rusia, era un niño pecoso y pelirojo, con unos cachetitos redonditos y rojos que parecía que en cualquier momento estallarían.
-Hola, cómo te llamas? te presto mi triciclo- le dijo pero el niño no respondió. Los niños no necesitan idiomas así que tomó su mano y acarició el triciclo a la vez que Aghata le prestaba su precioso transporte con un gesto entendible.
Dio una vuelta y su sonrisa sonora le hizo comprender que se estaba divirtiendo. Ella también quería el triciclo pero le daba pena pedirlo. así que se estuvo entreteniendo con unos carritos hechos de metal que prendían y apagaban sus luces a voluntad propia.
Joaquín con mucha prudencia vio que Aghata también quería jugar así que se bajó del juguetito y se lo alcanzó. Aghata temió que se hubiera molestado por lo de los carritos entonces estirando la mano se los alcanzó.
De pronto vino una nana que por allí andaba cuidando a Joaquín y su hermanita y se puso a jugar con ambos como si siempre hubieran estado juntos siendo amigos.
Cuando llegó la tarde los padres de Aghata y Joaquín los llamaron para merendar pero ambos estaban tan entretenidos que no querían dejar el juego.
-Nos veremos mañana-, dijo la nana.
Y moviendo la mano se fue Joaquín y moviendo la mano se fue Aghata, ambos con una hermosa sonrisa.
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